de Judy Blum
Editorial Océano Gran Travesía
264 páginas
Escrito hace 50 años por Judy Blum, está novela es un clásico juvenil que todo adolescente debe leer. La autora acaba de ceder los derechos de esta icónica novela para su adaptación en cine.
Margaret es una adolescente de once años cuyos padres se acaban de mudar a un pequeño poblado de Nueva Jersey. Y como en cualquier cambio, la adaptación a su nueva vida no es sencilla. No sólo es llegar a otra escuela y hacerse de amigos nuevos, Margaret tiene que lidiar con su etapa adolescente, donde son varios los cambios que resiente en su cuerpo y en sus emociones. También busca tener una orientación religiosa pues siendo su madre es cristiana y su padre judío, nadie le explicado nada acerca de dichas creencias. No sabe que significa profesar una fe y, a pesar de ello, mantiene un diario donde habla con Dios.
Como buena adolescente muchos de sus cuestionamientos a Dios giran en torno al crecimiento físico y emocional propio de su edad: las amigas, la menstruación, el primer beso, la religión, el despertar sexual y el significado de empezar a usar sostén. Margaret no es la única que tiene estas inquietudes. Muy pronto se hará de varias amigas: Nancy, Gretchen y Janie con las que formara un club secreto y compartirán sus experiencias y dudas en torno a estos temas.
Margaret, por su cuenta quiere seguir indagando sobre la religión y por suerte para ella, uno de sus maestros le asigna un proyecto de investigación de un año de duración. Margaret decide estudiar sobre las creencias religiosas y comienza a asistir a reuniones de distintas Iglesias para descubrir cuál resulta más significativa para ella.
Así entre dudas existenciales y amorosas, Margaret narra cómo es la adolescencia de una chica. La novela describe esa etapa de la vida en la que una joven compra sus primeras toallas femeninas o desea que el busto le crezca más rápido, siente ganas o tiene temor del primer beso y cómo son los celos amorosos y la amistad entre adolescentes. Finalmente, Margaret se reconcilia con su Dios. Había dejado de hablarle en un acto de protesta, pero decide continuar su diálogo íntimo con él sin tener una afiliación religiosa.
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